Recientemente lanzó sus SESIONES TRAVIESAS que pueden ver aquí.
Entrevista de Renzo Farje.
- A tus 27 años he visto tu carrera pasar por varios procesos desde que nos conocimos hace años por tu primera banda, Migajas, y porque estudiabas una carrera en la PUCP.
- Yo estudiaba administración, y en esa época empezaron a salir mis primeras tocadas con Andrés Prado junto con los hermanos Mujica y con el pianista cubano Jorge Luis Cárdenas. Yo aprendí mucho en esa etapa, y el baterista, Cristóbal, es el dueño de «El Dragón», entonces tocábamos allí los martes. Yo estaba más enfocado en seguir creciendo en este mundo [de la música] y vincularme con los que más sabían. Siento que de eso adolecen muchos jóvenes aquí en Lima. No buscan a los mayores para que les enseñen cosas, sino que están tocando entre ellos. Acá en Lima hay grandes maestros que han pasado por muchos procesos por los que nosotros no, han ganado luchas que nosotros no hemos ganado. Es un error pretender que nosotros estamos inventando la música porque ya hay escuelas académicas.
- Hace poco tocaste también con la «Andrés Prado Electric Band». Recuerdo además que usaron un afiche realmente genial… son cosas menores quizá, pero importantes en cierta medida.
- Tocar con Andrés siempre es una cosa refrescante. Lo otro no es algo menor, hay una parte visual que tiene que ser atractiva sobre todo en el jazz, donde prácticamente no existe una conciencia del show. El músico va a compartir lo que tiene, que en muchos casos es algo muy profundo. Por ejemplo en el rock no vas a encontrar tanto esa parafernalia de «comparto lo que yo sé y lo que yo siento». Eso pasa en el jazz y se lo reconozco, pero no se tiene conciencia del espectáculo para que la gente se vincule no solamente a nivel de oídos sino a un nivel integral. Hay casos como el de Vinnie Colaiuta, que hace muchas cosas. Puede tocar jazz, y lo puede hacer mejor que nadie, pero también puede tocar con Sting, y cuando lo hace su enfoque es otro. Quienes están metidos más en el jazz son bastante intimistas y hay una exploración muy personal de la música a través de sus propias ideas. Están más concentrados en la transmisión que en el espectáculo.
Andrés Prado Electric Band. Afiche virtual de difusión.
- ¿Esa falta de mirada al espectáculo es una respuesta a la pregunta de por qué el jazz no se ha desarrollado tanto en nuestro país?
- Puede ser. Una de las cosas que más adolece la escena musical peruana en general es la investigación. En todos los niveles. Incluso al público de Lima, por ejemplo, no le interesa investigar nuevas propuestas musicales. «Dame lo que está, lo que hay, lo que conozco y mejor aún si lo he visto en la tele». De otro lado, el conocimiento a veces es poder, pero a veces es algo que te abstrae un poco. Yo considero que las escenas musicales de Lima son un poco cerradas. La del rock, la del jazz es más cerrada porque son menos los que la practican, la de electrónica también… nada está interconectado, sino que hay submundos en los que hay patrones de interacción y barreras para entrar.
- Hace unas semanas hablé con Mariano Liy y coincidía un poco con lo que dices de la falta de interés de gran parte del público por conocer lo nuevo o qué está escuchando.
- Sí, claro. Aunque [Liy] tiene una visión de la música que por un tema generacional yo ya no comparto del todo. Él ha hecho cosas en la música peruana que a mí no me interesa hacer, cosa totalmente aceptable. Por ejemplo, en la música afroperuana lo que yo siento es que ha faltado una situación muy importante que se ha dado en el resto de regiones de Latinoamérica y no en Perú. Habría que hacer un estudio histórico para ver por qué no pasó. En Argentina, en Brasil, en Cuba, en Colombia, en todos esos países ha habido escuela hace décadas, y por eso muchos artistas se han permitido ya a ese nivel transgredir las normas para crear otra cosa, que es algo que no ha pasado acá. Acá nos quedamos en Chabuca Granda y Victoria Santa Cruz, en los años debe haber sido 60 y 70 y allí acabó. Ahora seguimos haciendo un refrito de la misma cosa.
- ¿Qué se debería producir entonces como nueva música peruana?
- A mí me parece que nosotros debemos producir fusión y no mezcla. Cuando tú tocas «Summer Time» en Landó, eso es mezcla. Mezcla es cuando haces una ensalada de fruta y metes los elementos y los ves ahí. Fusión es cuando metes eso a una licuadora y lo que sale, que generalmente es de color rojo, tiene los sabores de todo... Esa es la vaina. Es algo que siempre explico cuando toco con mi banda Zavescopio. Tenemos algunas cosas para interesar al público, como «Another one bites the dust» [de Queen] en festejo, pero generalmente yo soy muy enemigo de ese tipo de fusión porque justamente no es fusión, es mezcla, y la mezcla no tiene potencial de sobrevivir en el mercado internacional porque la bossa nova ya existe, existe el nuevo tango, existe la música afrocubana y en otros lugares han hecho con eso lo que han querido. Hace tiempo que no están queriendo preservar. En Perú, por el tema de la baja propuesta en materia de investigación, la gente está metida en el rescate. El Ministerio de Cultura le da plata a gente para que rescate cosas. En cambio si yo quiero hacer algo nuevo… ya pues, hazlo, te dicen, y después en 15 años ya vemos si te financiamos alguna cosa.
- Pero lo que está mal son las bases y por eso sienten que es necesario volver a las raíces.
- Claro, no hay escuela, pues. Si no hay escuela hay dos facciones: la gente que quiere ir a su aire y la gente que es dueña de la verdad. No. Yo he tenido la grata experiencia de tocar con muchos músicos de diferentes edades. Y hay algunos, sobre todo en el ámbito de la música peruana, que sin pelos en la lengua te pueden decir: «No, esto se toca ASÍ». Y también hay otros jóvenes que no les ha interesado investigar y están queriendo hacer algo sobre lo que no saben demasiado. Entre esas dos facciones tenemos que llegar a un punto medio en el que se conozca lo que se está destruyendo, pero hay que destruirlo.
- Has explorado también varios géneros: rock, pop, funk, jazz…
- Bueno, ahora estoy en una banda con Lalo Izquierdo, un percusionista y zapateador de los referentes, y Carlos Ayala que también es uno de los mejores guitarristas, y estamos armando un show criollo y vamos a tocar en el Cocodrilo Verde. Ahí también he aprendido no sabes cuánto. Ellos saben de la música peruana, lo saben recontra bien. Y lo mejor de meterse así es que no puedes tener nada de ego, tienes que llegar y ser una esponja y absorber y callarte. Por ejemplo con Jean Pierre Magnet también he aprendido un montón, y todos los que estábamos en la banda que se llamaba Súper Jazz, que armó el año pasado y con la que tocamos en el Festival de Música Contemporánea en el Teatro Municipal. [Jean Pierre] Todo el tiempo tenía una crítica que hacer a todos los músicos… Es un hombre de 64 años que ha tocado con un montón de gente, ha tocado con Abraham Laboriel, que es uno de los mejores bajistas del mundo, ¡entonces cada uno calladito escuchando! No hay nada más que hacer. Entonces eso te da otra visión diferente a la de tocar con los amigos, que a veces da una sensación de autoconfianza, como que ya sabes algunas cosas… Pero nunca se sabe. El conocimiento es infinito.
- Te has vinculado también con otros músicos importantes, como Pelo Madueño…
Es por el papá Madueño que yo toco con Pelo. Madueño volvió a los escenarios después de 20 años con Jazz Jaus y nosotros tocamos un arreglo suyo que había grabado para una película. Entonces ese día fueron todos los Madueño a verlo, y Pelo me dijo «Te voy a llamar para mi banda», y me llamó como seis meses después. Eso fue hace cinco años y hasta ahora estoy allí. Con él es con quien he aprendido más el tema de show, él es el que lo tiene más claro en cuanto al guión, el aspecto técnico… el show es la punta del iceberg. Él no es un frontman normal, ha sido baterista de Miki González, baterista de una banda emblemática del punk, Narcosis, con Wicho [García] de Mar de Copas. Un tiempo de su vida lo dedicó a tocar para otras personas, entonces tiene una visión muchísimo más amplia. A veces, cuando te llega la oportunidad para hacer una banda, más aún cuando aún no has estado metido tanto en la música pero tienes éxito, tu banda le gusta a todo el mundo, tu perspectiva se convierte más o menos en repetir lo que viste en VH1. Cuando eres un músico como Pelo, que tiene un padre músico, como en mi caso también, no te da el tiempo para estar en tonteras, en esa vaina de la «estrella». La estrella en el cielo, nosotros estamos chambeando.
Después con José Luis, que es el segundo hermano, porque Pelo es el mayor, también hemos tocado con Andrés [Prado] en el 2° Selvámonos en Oxapampa. Ese año fuimos con Marcos Mosquera de Novalima y con Manongo Mujica. La pasamos muy bien, nos metimos calatos al río…
- Siempre me ha dado la impresión de que tienes una relación muy mística con la música…
- Hay música para todo, para todos los momentos, pero es más fácil encontrar a la música en el entorno del entretenimiento. A veces uno tiende a confundir el entretenimiento como el verdadero arte. La música tiene una variante del entretenimiento, es una variante muy ruidosa a nivel espiritual: te da mucha información, muy rápido, y es información poco relevante, dispersa tu mente. Qué bonito y ya. Y lo otro lo voy a decir con un ejemplo. Una vez vino Mike del Ferro, un gran pianista holandés que dio en Lima unos workshops. Él viaja por todo el mundo, y contó algo que le pasó al dar un concierto solista en Indonesia algún tiempo después del terremoto y el tsunami que mataron a muchas personas. Luego del concierto él estaba renegando por el sonido, como todos los músicos hemos hecho alguna vez, y vino un tipo que le dijo «Yo vi morir a mi familia ahogada y todo el tiempo pienso en eso. Pero tú me has hecho olvidarlo por 10 minutos». Eso es verdadero arte. La música que inspira te saca del lugar donde estás, te silencia. Y para mí, cuando asumo el rol de ponerme en un escenario para tocar, estoy buscando mi propio silencio y transmitirlo a los demás para que sus mentes se callen y estén ahí, frente a la música. Y siempre pasa que cuando la gente está ahí, se olvida de todo y se acuerda fotográficamente de qué estaba pasando con su vida en ese momento. Recuerdan si el concierto los llenó, si estaban llorando, cómo estaban vestidos, qué hicieron antes de ir y qué hicieron después. Es una circunstancia de silencio que en la vida cotidiana no se tiene, pero cuando uno está ante una forma artística que te llena realmente, sea la que sea, pasa eso. No te estimula la mente, te lleva más allá.
- Cuando te supiste músico, ¿el sonido cotidiano, el sonido de las cosas se transformó en tu percepción?
- Sí, porque todo se vuelve una oportunidad. Todo lo que uno escucha tiene la posibilidad de convertirse en música. Incluso las cosas feas. Por ejemplo el año pasado yo gané un premio de composición instrumental de la Católica por una canción que se llama «Resistencia de la locura». Es un tema jazz que se convertía en un valsecito. Yo en esa época estaba deprimido porque estaba mal con mi chica y recuerdo que en esa circunstancia compuse el tema. Dos años después ganó. Es la capacidad para transmutar lo que nos pasa y transmitirlo como música. Un pata que me parece un genio acá en Lima es Alonso Acosta, es un pianista espectacular que está conectado con la música de una manera muy mística. Silencio. Él te lo transmite y tú te callas y lo escuchas. La música es un llamado y tú le puedes hacer caso o no. No puede ser una decisión, eso es un error. Hay mucha gente que está metida ahorita porque puede hacerlo, porque se puede meter a estudiar, pero no necesariamente porque haya recibido el llamado. El llamado no tiene que ver con la capacidad para hacer las cosas, es una necesidad de transmitir algo, es una necesidad expresiva.
- Hay en tu trabajo esa sensación de querer transformar la música en experiencia. He notado muchos juegos con conceptos musicales, sensaciones muy bien representadas con ritmo, intensidad.
- Para eso hay que tener clara la paleta. Para eso sirve estudiar (risas). Si nosotros intentáramos ahorita tener esta entrevista y nos circunscribiéramos a usar trece palabras, sería un parto. Ahí hay un eterno debate sobre la técnica. La técnica lo único que te permite es convertir en realidad lo que uno tiene en la cabeza, pero tienes que tener en la cabeza algo antes, porque si no la técnica se siente vacía. Por ejemplo una persona que está haciendo un guitar sweep, tú puedes saber cuándo lo quiere hacer cumpliendo un propósito expresivo o cuándo lo quiere hacer porque puede. Generalmente en mi música trato de expresar lo que yo quiero escuchar, no lo que yo puedo tocar. Son dos cosas distintas. Lo importante es que el mensaje nunca se rompa porque yo no puedo hacer algo. Nadie que haga música debería rellenar con palabras el vacío de lo que no pudo hacer. Es clásico, tocas un tema y después dices «este tema quiso decir tal cosa». ¡No pude ser! Eso tiene que estar en el tema, y si no está en el tema es porque no lo puedes hacer y tienes que practicar.
- Especialmente en Migajas juegas de manera muy interesante con la ironía, con el humor… ¿cómo trabajabas esto al componer?
- El músico antes que músico es persona y cuando estás conectado vuelcas tu personalidad. Yo soy una persona alegre. Con Dibu, que es mi mejor amigo y con quien hice Migajas, todo el tiempo jugamos con el lenguaje y el cambio de lenguaje para que nos dé risa. Eso tenía que estar en ese grupo. Muchos integrantes de grupos de rock, sobre todo acá en Lima, donde la música a veces no es tan lucrativa, no se dedican completamente a eso, entonces están disociados. A la hora que entran a la música se convierten en otra persona en ese momento. Es como si tú trabajaras todo el tiempo haciendo una labor repetitiva o que no tiene demasiada miga en el sentido espiritual y luego tratas de volcar en la música en unas horas todo lo que no es habitual en ti. Es por eso que creo que hay tantas cosas a veces muy solemnes o demasiado cuidadas y «pucha no, cómo vamos a estar riéndonos, si este es MI momento». En general, cuando uno es músico esos momentos son casi todo el tiempo que estamos tocando, entonces está más cerca de nosotros la capacidad de repetirlo si un día sale mal, va a haber una oportunidad para resarcirlo.
- Y tú personalmente dónde es que encuentras más tu centro, ¿en qué género?
- ¿Lo que más me llena? Bueno, afortunadamente yo he tenido la suerte de estar en varias cosas. Amo la música en general y todo lo que venga lo voy a tomar como una buena circunstancia para tocar. Pero obviamente a mí me mueve más la fusión. Y sobre todo la exploración que he estado haciendo estos últimos años con la música peruana y la fusión, que no es lo mismo que la música peruana y el jazz… Zavescopio, que es uno de los proyectos que yo tengo entre manos, es un proyecto de fusión afroperuana e intentamos sacar cosas que, teniendo la base afroperuana, jueguen con el ritmo de manera un poco más terrorista. En el 2010 tuve la oportunidad de hacer una clase con Alex Sarrín sobre los cuadraditos de la teoría rítmica sobre la que yo baso el trabajo con Zavescopio. Es una figura geométrica sobre la que reagrupo los compases para que suene a otra cosa. El Festejo tiene doce octavos, por ejemplo, tiene doce corcheas por compás y pueden ser 4+4+4, 3+3+3+3, 5+3+4, y a la hora que uno lo subdivide diferente, produce un resultado rítmico diferente, y eso lo hacen los cajoneros a veces sin darse cuenta. Vas a una Peña y hay un solo de cajón, comienzan con la base y luego empiezan a hacer sonidos que suenan un poco como a rock, y luego regresan. Ellos lo han aprendido de una manera oral y yo lo he sistematizado, y nosotros tocamos jazz y más encima de eso. Es algo rítmico que un grupo de música afroperuana tradicional no haría, porque ellos piensan la clave y la base de una sola manera.
- Uno puede hacer una interpretación de las fases por las que has pasado, tu exploración y ambiciones musicales de manera progresiva a través de los títulos de tus bandas. Migajas, Zavescopio y Soniverso.
- El nombre de Migajas era psicología inversa, porque éramos poquitos pero hacíamos bastante bulla. También porque en un principio éramos siete personas [en la banda], luego cinco y finalmente tres, entonces fuimos lo que quedó. Zavescopio es como decir «la visión de Zavala». En Soniverso cada tema tiene una personalidad propia, hay algunos temas funk, otros rock, otros que son un poco más jazz, otros que son completamente fusión e incluso rock progresivo, ahí sí me he soltado las trenzas para no pensar en un género específico sino de liberar lo que yo quería decir, y las historias, hay muchas historias que tienen que ver con el amor, que es una cosa que yo he descubierto en los últimos años. Antes yo no escribía nada que tuviera que ver con amor. Después el tema mitológico siempre me ha acompañado… en Migajas por ejemplo estaba «Dríade», «La Lanza del Destino», y ahora «Minos», etc… yo era un ávido lector, desde siempre lo he sido. Ahora leo cosas más técnicas, pero antes leía bastante más literatura. Me gustaba la literatura griega, las historias que se repiten y que tienen que ver con cosas cíclicas. Además también el nombre de Soniverso tiene que ver la mochila sonora que traen los integrantes. Todos son unos destroyers.
- Tus bandas han surgido una tras otra y siguen todas activas. ¿A qué se debe esto?
- Es que cada una de ellas explora un aspecto diferente de mi musicalidad. Migajas es una banda en la que yo exploro más el tema de la amistad y de pasarla bien y de no pensar mucho en las consecuencias de las cosas que vivo. En Zavescopio está todo mi intelecto, todo lo que yo pienso a nivel musical, la manera cómo pienso que debería ser el futuro de la música afroperuana está ahí. Soniverso es más personalista, más orientada hacia contar historias, y contarlas bien con un marco musical elaborado. Además en Soniverso canto, y hace tiempo no cantaba. Ahora también estoy incorporando un poco de electrónica a la música en vivo.
- ¿Crees que la música electrónica es un poco esa virtualidad, o esa «electronalidad», como diría Eduardo Zapata, a la que está apuntando el mundo? O musicalmente es un fenómeno distinto.
- Siento que es demasiado nuevo como para que alguien lo haya tomado de una manera expresiva. De lo que se trata en el arte, y sobre todo en el musical, es convertir el sonido en algo que signifique y que sea expresivo. La música que se ha hecho a nivel electrónico ha sido una cosa exploratoria, y después lo han incorporado en una música de baile, que no tiene mucho componente para silenciar, sino que te llena de ruido. Solo te hace pasar el rato.
- Como el reggaetón mismo. Son géneros que no usan el propio silencio como elemento y por lo tanto no generan ese «silencio interior» o abstracción que ya has mencionado varias veces.
- Y como es muy repetitivo no tiene ese componente que tiene cierta música tribal que también es repetitiva pero que te pone en un trance en el que sí te silencia.
- Recuerdo un libro de Bergerac, «El otro mundo», en el que se explicaba por qué había orquestas que lideraban los ejércitos de hace unos siglos, con redoble de tarolas y otros instrumentos. El sonido de la percusión hacía que la mente entre en una especie de trance que los ayudaba a dejar sus vidas atrás y concentrarse en cumplir su misión sin temor a la muerte.
- Esa es una de las cosas en la que creo profundamente, el poder que tiene la música, que más allá de darte una percepción estética no te hace pensar en nada más que en ese momento y en ti mismo. Todo lo que está alrededor pierde valor y solo estás allí. La gente que enseña meditación y que está en eso de la filosofía trascendental habla todo el tiempo de silenciar la mente porque estar pensando todo el tiempo puede también interferir con los procesos de la vida. Mi búsqueda musical también está en buscar crear esos momentos. A mí me llena mucho cuando logro llegar a ese lugar. Así lo voy a llamar, «El Lugar». Mientras más lo practicas, lo conoces más, sabes cómo llegar allí y la idea es mostrar ese lugar al público. Entonces el público sale con otra cosa.
Julio Zavala, "Zav"
Fan page de Zavescopio
Fan page de Soniverso
Escucha los geniales temas de Soniverso aquí.